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miércoles, 23 de noviembre de 2011

El país de donde vengo, se vive, se sufre, pero se goza


Si bien es cierto, Don Paquito no entra en un tema de realidad nacional, pero si fue una persona especial dentro de la universidad y es por eso que hice este texto llamado "El país de donde vengo, se vive, se sufre, pero se goza".

Allá en mi tierra El Salvador, en el país de donde vengo, se vive, se sufre, pero se goza. Mi nombre es Francisco, pero me conocen como “picadillo”, ¿por qué el apodo de “picadillo”? porque una vez mi abuela me preguntó qué quería comer y le dije que podía pasar comiendo picadillo día, tarde y noche, pues con eso me daba gusto y así fue como me quedó el sobrenombre: “picadillo”.

Mi abuela dice que soy un cipote algo malilla, no lo niego, hay que darle gusto a la vida. Tengo a dos cipotas enamoradas de mí, una se llama: Soledad, conocida como “la niña Chole”, una mujer con una licenciatura, maestría y doctorado en la leperada. La otra se llama: María, mejor conocida como “la micoleona”, dueña de un prostíbulo, ese lugar es como un arca donde iban a parar varios pesos de todos y confidencias de otros; ella como la Soledad, buscaban en mí un amor puro y sincero, algo que en los demás hombres, según ellas, no podían encontrar.

Me sentía como la canción del grupo Bronco: “Dos mujeres, un camino, es el destino que ahora tiene para mí la vida, son dos penas que me matan, que desde el fondo de mi alma brota, son tres corazones que sangran heridos porque no pueden amarse…”. Sí, no podían amarse, porque había alguien que me atraía de verdad, alguien por quien yo sentía algo especial, profundo y sincero.

Para salir y divertirme un rato, organizamos un torneo de fútbol, el equipo donde yo jugaba estaba conformado sólo con personalidades, cipotada de mi pueblo, ellos eran: Goyo (el cabeza de repollo), cuchumbo (cara de cumbo), Chepe ardilla (cara de manzanilla), Toño Benitez (toño moroño), Tuyito Landaverde (Arturo huevo duro), Napito López (Napo sapo), Carlos cobra(Daniel maneja y Carlos cobra), cutumayo (el cuto de mayo) y por supuesto yo, picadillo.

Sólo jugábamos los sábados de 2:00 PM a 4:00 PM, pues la alcaldía había decretado que después de las 5:00 PM no podía haber nadie afuera de su casa por lo que sucedió hace días, unos animales habían escapado del circo y andaban en busca de ellos.

Llegó el día sábado, día de un partido emocionante, como era costumbre la Chole y la micoleona iban a echarme porra. Comenzó el mascón, con Cutumayo en la portería y el resto en su posición, dizque yo jugaba o al menos hacía la paja. De repente, un invitado bastante peculiar se hizo presente en el partido, más bien se coló; era patialto, costilludo, lleno de parches amarillos, cabeza delgada, y hocico putiagudo. Sí, era Simplicio, el chucho que a saber cómo llegó a mi casa y lo adoptamos como mascota. ¡Claro! no podía faltar esta identidad nacional en el partido. Desafortunadamente, perdimos, pero gozamos como nunca. Luego nos fuimos a echar un par de elotes locos antes que se nos hicieran las 5:00 PM.

Al siguiente día, mi abuela venía con un chambre de esos que escucha en la tortillería; dijo que me habían visto con la Lucita Renderos y que la tenía agarrada de las chiches como botón de radio, pero para mí era más importante la otra, a quien cada día amo más.

La Chole y la micoleona seguían en sus Business. “Decile a la Chus que digo yo que es una pendeja, remorada, malparida. Y si quiere que se lo diga en su cara, que venga.” Eso fue lo mejor de lo peor que le oí a la Chole, pero en sus muy adentros es una buena persona, al igual que la micoleona, pero insisto nadie llena ese vacío, nadie me hace sentir lo que ella hace en mí. En ella encontré el consuelo, la alegría, la tristeza y es que son tantas veces en que el lugar sagrado es el puro dolor y con ella a mi lado se volvía más sagrado, en ella aprendí que la mente crea lo que cree, es por eso que hay que creer diferente para crear diferente.


El amor que siento hacia ella se ha convertido en una parte fundamental de mi vida, sí, es ella mi más fiel compañera, amiga y amante. Alguien que no es producto de la magia, sino de la perseverancia, ¡sí, ella es: la escritura!.

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